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Conozca la historia de la visita del Papa desde la mirada de uno de nuestros docentes, quien cubrió el suceso como periodista del Canal Capital

Por:  Johann Benavides Torres
Docente de Comunicación Social 
@prensabenavides

Llevo 8 años como reportero en Bogotá. Antes de la visita del papa Francisco a Colombia había algo de expectativa y de mucha crítica sobre porqué solicitar donaciones monetarias a la gente a través de cuentas bancarias para financiar su llegada, o sobre porqué supermercados reconocidos utilizaban la imagen de Jorge Mario Bergoglio para comercializar, desde junio, objetos con su imagen y el nombre de su papado.

En algunas entrevistas previas que tuve que realizar para  los especiales de Canal Capital, en modo muy austero había escepticismo por parte de creyentes y no creyentes en relación a la visita apostólica. Personas del común no entendían para qué traer a un Papa a nuestro país, otros lo veían inoficioso, otros criticaron al presidente Santos por gastarse un dineral (más de ocho millones de euros, unos 28 mil millones de pesos)… otras opiniones pesimistas se burlaban y decían: -qué perdedera de tiempo, ustedes los medios siempre con lo mismo, todos los sacerdotes son iguales…  

Soy católico desde siempre. Fue lo que me inculcaron mis padres. Pero me preocupaba que en mi primer directo del miércoles no hubiese tanta gente a quién entrevistar en la mañana. Con sorpresa, al salir a la calle, los vendedores ambulantes y artesanos empezaron a colgar sus productos en los troncos de los árboles, y ahí fuimos sintiendo la adrenalina del personaje que aterrizaría esa tarde en nuestra amada Bogotá. Y saber que venía desde Roma, lo hacía mucho más interesante y emocionante. Ahí como que entendimos que alguien importante venía, y nos daba alegría.

Me ubiqué sobre la calle 26 con avenida Ciudad de Cali, pero ya no había lugar para la prensa porque todo el separador vial estaba ocupado por un corredor humano que no dejaba pasar a nadie… así fueran periodistas. Detallé cuadros pintados del Papa en lienzos gigantes, vi grupos de feligreses interpretando cánticos religiosos, muchos niños con banderas y flores blancas y otros apoyando la venta ambulante que una vez más demostraba lo ingeniosos, creativos e innovadores que somos los colombianos, porque hasta agua potable con la imagen y la firma de Francisco en el envase, fue ofrecida al aire libre.

Los espectadores con sus celulares conectados a las transmisiones de algún canal de televisión iban avisando que el jefe de Estado del Vaticano ya había aterrizado en Catam. Estaba próximo a desfilar en caravana en su papamóvil. Las personas gritaban muy inquietadas. Tomé reacciones como pude con mi camarógrafo en pleno tumulto y empinándome para intentar ver algo como ciudadano.

El Vicario de Cristo pasó y lo observé por tres segundos. Ocurrió muy rápido y pensé: -Fue más lo que nos demoramos instalándonos para verlo, que lo que lo distinguimos propiamente… Yo imaginaba, por imágenes desde Italia, que iba a ser más mesurado su tránsito… pero tal como una periodista panameña mencionó en unos de sus informes previos la palabra ‘Batimóvil’, la gente sí sintió que pasó a 40 kilómetros por hora y empezó a reírse de eso.

Notar a personas con capacidades especiales, a la gente llorando y a adultos mayores de 80 y 90 años haciendo su mejor esfuerzo por estar ahí, me hizo sentir en el alma que algo más allá de una visita religiosa estaba aconteciendo. A los periodistas nos critican las preguntas al lugar común, pero es que en ese momento no había otra pregunta distinta a formular que: -¿Usted qué está sintiendo en este momento Porque el espíritu de los ciudadanos en Bogotá estaba transformado al instante, y esos pequeños segundos al poder ver pasar a un hombre mayor, sonriéndonos y alternando sus manos y su mirada para saludarnos, eran como una punzada positiva al corazón.

Como humanos, nos hacemos percepciones de las personas con solo verlos en la televisión, escucharlos en radio y leer en internet comentarios u opiniones sobre su vida y sus quehaceres; pero una cosa es tener al Papa en otros lugares del mundo, y otra, gozarlo acá tan cerca de nosotros, por eso los ateos, practicantes de otras religiones o simplemente quienes perdieron su Fe ante la Iglesia Católica por sus escándalos de los últimos tiempos, terminaron reconociendo -en su mayoría- que más allá del alba que lleva puesta y de su rol como religioso, Jorge Mario Bergoglio es una buena persona convertida en un líder para la historia del planeta -separando los preceptos religiosos y políticos-.

Nos quedó fácil inferir qué tipo de personaje es Bergoglio por la forma en que llegó a la Nunciatura Apostólica saludando a los niños, recibiendo con amor y agradecimiento los regalos hechos por las manos de los ex habitantes de la calle del Bronx, por sus primeras palabras de esperanza, y los mensajes que captaron la atención sobre quienes aún no estaban convencidos de su asistencia. A más de uno nos recordó a nuestros tiernos abuelos de infancia, dejándose poner en cada ciudad a la que fue, todo lo que representa la cultura de los colombianos: ponchos, ruanas, sombreros, collares ancestrales, carrieles.

Al siguiente día, estando en primera fila para informar sobre el recibimiento del Papa en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño, viví la experiencia personal y profesional más importante de mi carrera. 

Lo tuve a menos de tres metros frente a mis ojos. Tan pronto lo vio a lo lejos, el colega que estaba a mi lado en el lugar seleccionado para la prensa, decidió romper con los protocolos de organización, retiró la cinta y salió corriendo a arrodillarse en la alfombra roja para recibir su bendición. A pesar de ser un periodista con 40 años de carrera, fue criticado fuertemente por mis compañeros de la nueva generación de periodistas, pero como él mismo dijo en uno de sus informes hablando en primera persona: “A mí la vida ya no me alcanzará para volver a cubrir la visita de un Papa”.

Tal vez exagere, pero la prensa colombiana hizo el mejor cubrimiento de la historia de los medios de comunicación en el país. Impecables transmisiones, así algunos ya en los últimos días se hayan sentido hastiados con el tema. Pero estuvimos #enmodopapa hasta el final, porque no dormimos preparando los informes, porque el trabajo fue pesado para los equipos periodísticos y valió la pena. El Papa estuvo en primer plano en todas las redes sociales, incluso por encima de la información del terremoto en México y lo que sucede con el huracán Irma, que afecta a toda la zona del Caribe, eventos acaecidos durante su estadía en Colombia, epicentro desde donde envió condolencias a las víctimas.

Mis estudiantes de Comunicación Social de la UNIAGUSTINIAN también fueron parte del cubrimiento periodístico de la visita apostólica, pues en labores de reportería redactaron sus noticias, dispararon flashes, tomaron imágenes en vídeo y entrevistaron a los ciudadanos durante los días que Francisco estuvo en Bogotá. Sus trabajos serán publicados próximamente para que la comunidad agustiniana pueda leerlos en los pasillos de la universidad.

Sin duda, estos han sido días de bendición para los colombianos. Francisco nos inspira a ser mejores personas, y por ende, mejores periodistas; siguiendo el legado del periodista polaco, Ryszard Kapuscinski. 

De la cantidad de reflexiones que nos dejó su Santidad, me quedo con esta:

“(…) Y, por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida y de humanidad, de dignidad. Porque ellos, que entre cadenas gimen, sí que comprenden las palabras del que murió en la cruz —como dice la letra de vuestro himno nacional—”.