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El pasado viernes 8 de abril iniciamos un viaje con destino a Bocas del Pauto, en el departamento de Casanare, junto con Kevin Teatino y Juan Pablo Leguizamón, estudiantes de posgrados de nuestra institución y líderes de diferentes procesos que desarrollamos en nuestra dependencia.

Asumimos el compromiso de acompañar y animar en el marco de la Semana Santa a diferentes comunidades que habitan estos territorios un tanto apartados del casco urbano. Nuestro viaje demoró 17 horas, haciendo dos paradas: una en el municipio de Puerto Gaitán en el Meta y otra en Orocué, Casanare, estas regiones rodeadas por el majestuoso río Meta muestran diferentes paisajes y un sin número de especies que engalanan sus bosques, aguas y campos. Una vez llegamos a nuestro destino, nos recibió Fray Osvaldo de La Rosa, párroco de este sector y Fray Diego Montoya quien estuvo por varios años dirigiendo nuestra dependencia, allí tomamos el almuerzo y nos embarcamos nuevamente hacia las veredas. Las comunidades que nos recibieron fueron: Riveritas, Santa Teresa y La Reforma, allí las diferentes familias nos acogieron con alegría y entusiasmo.

¡Vivimos una Semana Santa fantástica, compartimos con la comunidad! 

Iniciamos visitando todas las fincas, hicimos oración en diferentes espacios, además, disfrutamos haciendo rosquillas de arroz, chicha, masato, y chorizos criollos, comida típica de esta región y sana costumbre que se realiza por estos tiempos. Los días lunes, martes y miércoles compartimos con los niños y jóvenes diferentes reflexiones que llevábamos preparadas, en las noches en familia hacíamos el rezo del Santo Rosario y compartíamos la alegría de sentirnos hijos de Dios. 

El día jueves santo celebramos la Eucaristía de la última cena en comunidad; el viernes santo hicimos el tradicional Viacrucis, iniciamos a las siete de la mañana y finalizamos sobre el mediodía, fue un momento muy lindo pues las personas hacen este recorrido como signo de penitencia y oración para tratar de cambiar diferentes aspectos que no están marchando de la mejor manera en sus vidas. Finalmente, el sábado santo hicimos la bendición del fuego y el agua con este preciado líquido que el sacerdote había bendecido con anterioridad.

Regresamos a Bogotá el día 17 de abril, extenuados físicamente, pero reconfortados en el espíritu luego de vivir los signos de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Salvador.

Damos gracias a Dios que nos da la vida para disfrutar de estas experiencias, a nuestra Uniagustiniana que facilita los recursos para que podamos dirigirnos a estos territorios y a nuestra unidad de Espiritualidad que brinda los espacios de formación y preparación para poder impactar positivamente y desde la fe a nuestras comunidades de territorio de misión.

 

Por: William Fernando Hernández Velandia, asesor profesional y coordinador Esuna - Sede Suba