El cuerpo como herramienta de creación teatral: sentir antes que representar

En un conversatorio profundo y cargado de sensibilidad escénica, los panelistas Manuel de León Willins y Nicolás Sepúlveda Perdomo, ofrecieron una mirada íntima y poderosa sobre el proceso de investigación teatral a partir del cuerpo, entendido no sólo como instrumento de expresión, sino como territorio, archivo y puente hacia nuevas formas de creación.
Durante el diálogo, los panelistas abordaron cómo el cuerpo se convierte en el epicentro del trabajo actoral, un dispositivo desde el cual es posible traducir y canalizar los elementos de la naturaleza (fuego, tierra, aire y agua) en escena, sin recurrir a la representación literal. La clave, señalaron, no está en la mimesis o imitación, sino en la vivencia profunda que cada intérprete experimenta en relación con esas fuerzas. “Antes de actuar como fuego, pregúntate cómo tu cuerpo vibra con la energía del fuego. La creación escénica no nace de copiar, sino de sentir y de imaginar”, reflexionó Manuel de León.
El cuerpo, además, no está solo en escena: dialoga con el espacio, con los objetos y con la historia. Esta relación transforma el escenario en una extensión del propio cuerpo. Desde esta perspectiva, el objeto ya no es un simple accesorio, sino símbolo, memoria, acción física y emocional. Nicolás Sepúlveda enfatizó que la investigación teatral no puede desvincularse del territorio y la cosmovisión de quien lo habita. “Crear desde el Caribe implica reconocer nuestras raíces, nuestros símbolos, nuestros ritos. El teatro, así entendido, es también una forma de resistencia y de afirmación cultural”.
Una herramienta clave dentro del proceso investigativo es la bitácora: un diario personal en el que el actor o actriz registra lo que vive, siente, imagina y descubre durante cada sesión de ensayo o clase. No se trata de transcribir lo que dice el maestro, sino de consignar una experiencia creativa propia, que enriquezca el camino hacia la escena. Esta bitácora se convierte en memoria activa, en insumo reflexivo y guía de evolución personal.
Durante la conversación también surgió la figura del griot, narrador y músico tradicional africano, como metáfora de una dramaturgia enraizada en la oralidad, el ritmo y la experiencia colectiva. Willins narró cómo su viaje a Palenque transformó su manera de crear al comprender que contar historias también puede ser un acto ancestral y comunitario. “El griot me ayudó a pensar la estructura de mis obras desde el centro de lo que somos como pueblo, no desde modelos externos”. Menciona Manuel
En definitiva, el conversatorio dejó en evidencia que el teatro, más allá de un arte de representación, es una práctica viva de exploración y transformación. A través del cuerpo, ese territorio sensible, político y poético los actores y actrices investigan el mundo, se conectan con su entorno y abren nuevos caminos de creación. Un teatro que nace del sentir, del recordar y del habitar.
Redactado por:
Angie Alexandra Carvajal Chaparro
Estudiante de Comunicación Social