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Un espacio creado para interactuar de manera cercana con los compañeros de trabajo y dejar de lado la cotidianidad. Fusagasugá, Cundinamarca.

 Por: Docentes Uniagustinianos

Viernes 14 de julio, aún no amanece en Bogotá, o al menos el maravilloso sol no se asoma por entre las ventanas de su ciudad. El frío carcome los huesos, pero jamás el alma deseosa por un mágico encuentro en Casiciaco, aunque no sepamos dónde queda ese enigmático lugar, allá iremos un grupo de docentes llenos de vida y de compromiso, con el único objetivo de crecer personalmente y crecer en comunidad.

Cinco y media de la mañana, un pequeño grupo espera la llegada del bus que nos habrá de llevar, pero aún así todos conservan la sonrisa. Es fácil sonreír cuando sabemos que es Dios quien direcciona los caminos y cuando es todo un equipo de docentes que han decidido vivir nuevas experiencias y nuevos encuentros de la mano del Hermano Diego.

Por fin llega el transporte que nos llevará a ese paradigmático lugar, en donde estaremos como Comunidad Uniagustiniana dos días, sin saber qué nos espera, pero seguros de que simplemente estamos en buenas manos y que cada actividad que organiza ESUNA está direccionada adecuadamente.

Llegamos al lugar sin ninguna complicación hacia las ocho y media ¡Oh sorpresa!, no estamos en Casiciaco, pero era como si lo estuviéramos, por las características del lugar. Es la casa de retiros y encuentros de los hermanos de La Salle en Fusagasugá Cundinamarca.  Nos reciben con un agradable desayuno, propio de la generosidad del lugar y de la hospitalidad de los colombianos.  Una vez el cuerpo listo e instalados en las cómodas habitaciones donde descansaremos, empieza esa mágica aventura a la que nos hemos arriesgado.

¿Cómo saber con quiénes compartiremos dos días si no nos conocemos?, es entonces cuando aparecen los animadores y nos invitan a ser como niños, romper el hielo y buscar rápidamente a esos desconocidos del camino que nos acompañaron en la travesía. Cada quien tendrá que presentarse como cualquier ser del reino animal. Es entonces cuando aparecen los leones, los osos, las mariposas, los perezosos, una gama de especies. Es el momento en que comprendemos que podemos ser tan sencillos como las águilas que vuelan alto y no se pavonean, o como los perezosos que no se sujetan al tiempo, ni se estresan por las horas vertiginosas que ahora aferran a los hombres a olvidarse de lo sencillo del vivir.

Una vez reconocidos en la individualidad, debemos reconocernos como equipo. Es entonces cuando nos invitan a recorrer el lugar y dejar evidencias de que estuvimos realmente en Casiciaco; fotos vienen y van, amistades que se regocijan detrás de un celular, risas, encuentros, desencuentros, con la camaradería de quienes han entendido que la vida es eso: la risa, los abrazos, el regocijo de ser como niños.

Y seguimos comiendo… las dietas se rompen, la vanidad se escapa, nada de eso cabe en ese pequeño rincón de Casiciaco. Y es entonces cuando se nos reúne de nuevo para conformar otros equipos y seguir reconociéndonos. Pero vaya trampa que nos deja el destino, nos han puesto enemigos en el camino que ni siquiera nos habíamos percatado de que existían.

Así es la vida, así es la crudeza de la realidad humana, hay quienes entorpecen nuestro cotidiano caminar y el arte es en aprender a romper sin herir y buscar la manera de lograr esa hermandad que parece tan utópica en la travesía por esta vida. Sin embargo, a pesar del entorpecimiento de esos otros para que lográramos pequeños pasos en ese maravilloso juego con bombas y baldes, aprendimos que cuando somos constantes en el camino y tratamos de no dejarnos distraer por las pequeñas piedras que encontramos, es posible avanzar y llegar a los pequeños objetivos propuestos tanto individual como comunitariamente.

Y como ahí no para todo y aprendimos que es posible trabajar en equipo, después de un plácido descanso en el que unos cuantos decidieron caminar por la bella naturaleza del lugar  y otros congelarse en la piscina que parecía recién traída del círculo polar ártico por el hielo refrescante de sus aguas, retornamos al encuentro con la expectativa del nuevo reto al que nos enfrentaríamos.

No contentos con habernos dado una identidad animal en la mañana, ahora nos proponen salvar al mamut –como si no supieran que el pobre animal hace muchos siglos se extinguió de la tierra-  bueno, parece ser que su extinción se debió al consumo de alucinógenos, unos cuantos problemas con el alcohol, intentos suicidas, entre otras tantas patrañas no lejos de la realidad humana. Algunos decidieron  llevar al mamut a terapia y otros más atrevidos decidieron que ESUNA se encargara de su salvación. En todo caso, fue evidente que entre docentes existe la posibilidad de reflexionar en torno a esos pequeños mamuts que hay en nuestras aulas y que en un grito silencioso piden ser salvados. Hermosa reflexión para terminar la jornada, con la satisfacción de haber disfrutado cada segundo y además con el cuerpo satisfecho de haber sido gratamente alimentado por la generosidad de los administradores del lugar.

Día dos, nuevas identidades, nueva forma de reconocernos tanto individual como colectivamente.  Nos entregan los resultados de la encuesta que diligenciamos días antes, vemos que Dios nos ha regalado en el camino personas dominantes, sociales, reflexivos, y unas cuantas más formas de ser, sin duda hacen que definitivamente logremos ser paisaje, logremos construir un mundo lleno de colores y que todos nos necesitamos mutuamente.

Trasladamos ese ejercicio a nuestro trabajo en la Universitaria y entendemos que es posible trabajar en equipo si reconocemos en las demás personas que son diferentes y que desde cada realidad e identidad personal es posible lograr objetivos comunes para el logro de las metas de cada programa y de cada facultad. Que si entendemos las potencialidades de los demás, la calidad a la que se aspira es posible. Sólo basta entender y creer.

Al final, hicimos el recorrido de nuestra individualidad, tratando de ser constructores de metas personales a través del símbolo del tangram. Como cierre, todos en equipo logramos hacer llover tormentas de esperanza, tormentas de utopías, porque nos dimos cuenta que sí era posible lograrlo todo, si de trabajar en equipo se trata.